Por el efecto «los pesos queman», la gente compra lo que puede y no lo que quiere.
Con miras a las PASO, “el consumo llega mucho mejor de lo que muchos esperaban”, dice GuillermoOliveto, director de la consultora W. De todos modos, el especialista aclara que a pesar de eso, “el humor social no mejora”. La razón es que, en un contexto de alta inflación, el consumo funciona como “un ansiolítico para tapar la angustia y el malestar”, razona.
Esa disociación entre el gasto y el estado de ánimo es un fenómeno relativamente nuevo y tiene que ver con la aceleración inflacionaria y el cepo cambiario. “La gente en los focus groups dice que perdió la fe en el ahorro. Y que en esta economía de guerra, si hay una oferta, la compro”, resume Oliveto.
Dos estadísticas de W indican que la mejora en el consumo no es generalizada.En 2022 y en comparación con 2019, creció fuerte la venta de motos (28%), los insumos para la construcción(26%), despachos de cemento(18%), electrodomésticos (10%) y farmacia (10%). El segmento de consumo masivo se mantuvo estancado.
Como contrapartida, los rubros que cayeron (en muchos casos por las restricciones de la pandemia) fueron shoppings(8%), autos 0km (11%), hoteles y restoranes (14%), inmuebles (17%), ropa (23%) y turismo al exterior (47%). Ahora, en comparación con 2017 (el mejor año de Cambiemos), la venta de inmuebles pasó de 64.000 a 33.000; autos (de 900.000 unidades a 407.000) y turismo al exterior (de 3,7 millones a 2,1 millones).
“En 2022 hubo una mezcla, porque la gente compra lo que puede y no lo que quiere. Es una gratificación, un paliativo. Es un consumo que se parece más a un medicamento que a un disfrute puro y tradicional”, interpreta Oliveto.
Matías Surt, economista de la consultora Invecq, señala que “el consumo privado total, en las cuentas nacionales está 9% más alto que en 2019 y 17% por encima de 2021, todavía muy afectado por la pandemia”. Añade que “algunos indicadores, como ventas de supermercados y shoppings, muestran una recuperación con respecto a 2021 pero en niveles similares a los de 2019”.
Elisabeth Bacigalupo, de Abeceb, coincide en que “se llega a las PASO con un consumo menos debilitado de lo que podría esperarse para un contexto macro deteriorado como el actual”. Esto a pesar “del debilitamiento de la masa salarial real de los últimos meses”. La economista agrega que las ventas se sostienen en gran medida por la alta inflación, que “lleva a la gente a querer sacarse los pesos de encima”.
Fernando Marengo, economista jefe de BlackTORO, sostiene que “claramente este no es un modelo virtuoso”, porque en “una economía contrayéndose, sin creación de empleo mas que el informal y salarios reales a la baja, el consumo se resentiría, salvo por la aversión a tener pesos en el bolsillo”. Un rechazo generalizado a la moneda nacional, por el deterioro constante frente al dólar y la escalada inflacionaria.
Hacia el futuro, concluye Oliveto, las perspectivas de la sociedad son pesimistas. “El consumo mejora relativamente porque, en definitiva, la sociedad presume que el año que viene y el próximo van a ser más difíciles. Entonces trata de vivir lo que mejor se pueda, en la medida que pueda”.
Esto, añade, “para algunos puede ser ir al cine, al teatro, a la cancha, comprar un vino o juntarse en casa”. Este tipo de gastos se contrapone con muchos bienes muy difíciles de acceder, como autos, viviendas o turismo al exterior.