Es mentira que Roberto Perfumo murió. Y si murió, reencarnó en Cristian Romero. El Cuti es el Mariscal del Siglo XXI. Los que tuvimos la suerte de ver jugar a Roberto no resistimos la comparación. Que sea un homenaje al recuerdo de Perfumo y que sea una medalla que el Cuti pueda colgarse del cuello. Romero debería rodearse de gente mayor que le cuente cómo jugaba el que fue durante años años “el 2 de la Seleción”, definición que no se discutía. Y eso que en sus tiempos había zagueros centrales de envergadura.
El Cuti es tan eficaz como Perfumo en los mano a mano. Los puede resolver de dos maneras. Anticipando o cortando. “Yo empezaba a anticipar cuando la pelota estaba en el área de ellos”, contó alguna vez. Porque intuía lo que podía pasar, Roberto llegaba antes. Hombre o pelota, jamas los dos juntos, prólogo de su frase antológica: “nunca es foul”.
Romero también tiene ese don. Ve la ola cuando se está formando allá en el fondo y nunca lo toma desprevenido cuando llega a sus pies. Anticipa. Con fuerza. Hombre o pelota. Y a diferencia de Roberto, el Cuti anticipa y pasa al ataque aunque esa característica corresponde más a la forma en que se juega al fútbol en estos tiempos que a características personales. Roberto anticipaba, cortaba y entregaba. Y se quedaba. Siempre último, siempre solo.
Si no hay anticipo, hay que marcar para recuperar. Hay muchas maneras de marcar. Romero, como Perfumo, suele esperar al delantero perfilado con su pierna izquierda adelante. La razón es sencilla: por lo general hay más futbolistas diestros que zurdos, así perfilarse de ese modo es una invoitación a darle el pasillo por izquierda. Hombre muerto. Perfumo esperaba con paciencia, iba “llevando al delantero a la izquierda y contra la raya. Y cuando achicaba distancias lanzaba el hachazo. Romero también suele hacerlo. Se lo hizo dos veces, al menos, a Enner Valencia.
Le lleva una ventaja este Mariscal reencarnado al Mariscal muerto: el Cuti cabecea, el cabezazo no era el fuerte de Perfumo. El Cuti cabecea en las dos áreas. Rara vez Roberto iba a buscar pelotas paradas o tiros de esquina. Convivía con otros especialistas: Basile, el Panadero Díaz, Passarella. Ahora, Romero va en tandem con Otamendi. Y en el Tottenham tiene vía libre para buscar la aventura del juego aéreo.
Solo en el fondo jugaba Perfumo. Porque «El equipo de José” se iba masivamente al ataque. “Nos manda al frente porque él es soltero” bromeaba Roberto sobre la voracidad ofensiva de aquel Racing de Tito Pizutti. Pero también jugaba solo en el Cruzeiro donde el líder de un equipo ofensivo era Tostao. Y más solo jugaba en el River de Labruna cuando llegó en el ’75 para sacar de la sequía de títulos a la banda roja.
Roberto Perfumo, leyenda.Juega más rodeado Romero. En su equipo inglés porque ahora los equipos suelen achicar los espacios entre líneas y moverse en bloques cerrados. También la Selección porque el equipo mecanizó movimientos y quedan pocos espacios libres donde los rivales se atrevan a merodear. Pero, a veces, como en la noche del jueves, la necesidad obliga porque el gol propio demora y el equipo se estira. Y el Cuti se queda atrás. Se queda solo. Y marca. Y defiende. Y se hace figura. Se hace Mariscal. Como Perfumo.