lunes, 23 diciembre, 2024
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El gabinete de Lula da Silva tiene las manos atadas para frenar la caída del real

Martha Viotti Beck, Vinicius Andrade, Maria Eloisa Capurro y Leda Alvim

A medida que la moneda se desploma en Brasil y empuja a los mercados del país al centro de la atención internacional por primera vez en años, una sombría realidad se cierne sobre los principales asesores económicos del presidente Luiz Inácio Lula da Silva: temen no poder hacer mucho para detener el pánico.

Lula, convaleciente de dos operaciones cerebrales de urgencia consecutivas, no tiene interés en añadir nada a un paquete de austeridad que podría, si se ejecuta con suficiente audacia, calmar las preocupaciones de los inversionistas por el aumento de la deuda y frenar la fuga de capitales que ha llevado a la moneda a mínimos históricos.

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Para empezar, sus asesores tuvieron que suplicarle durante semanas para que lo hiciera. Y los legisladores, según señalan, también se oponen. Las modificaciones que están haciendo al proyecto de ley mientras recorre su camino en el Congreso tienen como objetivo debilitar el paquete de recortes de gastos.

Habían pasado años, desde el período previo a la primera elección de Lula en 2002, desde que los mercados brasileños se vieron convulsionados por el temor a una crisis de deuda. Y aunque todavía no alcanza esa magnitud —las tasas de los bonos extranjeros del país son una fracción de lo que eran entonces y, además, ahora hay mucha menos deuda en dólares en circulación—, en su esencia, es los mismo. Al igual que en Francia, los inversionistas ya no están de humor para financiar déficits que se dispararon durante la pandemia y que apenas han retrocedido en los años posteriores.

Por eso, por muy rápido que el banco central brasileño suba las tasas de interés —ofreciendo retornos cada vez más atractivos sobre los activos locales—, los inversionistas seguirán sacando dinero hasta que confíen en que se reducirá el déficit. Habrá altibajos en las salidas de capital, dicen los analistas, pero las preocupaciones son demasiado reales para disimularlas con tasas de los bonos del 15%.

“El gobierno carece de credibilidad”, dijo Daniela Da Costa-Bulthuis, que ayuda a supervisar €200.000 millones (US$207.000 millones) de activos en Robeco Institutional Asset Management. “La bolsa y el real están empezando a descontar una situación económica muy complicada que será difícil de resolver”.

Los asesores de Lula están haciendo lo que pueden. El ministro de Hacienda, Fernando Haddad, ha estado hablando públicamente de los recortes de gastos del gobierno y ha dejado entrever la idea de que hay mejoras por venir. Y el principal interlocutor del gobierno con el Congreso está haciendo declaraciones tranquilizadoras sobre su intención de persuadir a los legisladores reticentes a aceptar la austeridad.

Pero según personas cercanas a los más altos rangos del gobierno, que pidieron no ser identificadas debido a que el debate es privado, la opinión de Lula es que su propuesta de recortar 70.000 millones de reales (US$11.200 millones) de gasto hasta 2026 limitando el aumento del salario mínimo y endureciendo las normas sobre las ayudas sociales es más que suficiente. Los analistas discrepan, afirmando que el paquete podría liberar algo más de la mitad de esa cifra, según una encuesta del banco central.

La intransigencia, incluso mientras los mercados se convulsionan, está suscitando entre los operadores la preocupación de que el país pueda dirigirse hacia un escenario conocido como dominancia fiscal. De hecho, tal especulación está en boga en los bancos de São Paulo y en los pisos de operaciones de Río de Janeiro.

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Un conjunto cada vez mayor de observadores de Brasil, desde el experimentado inversionista Luis Stuhlberger y el exbanquero central Arminio Fraga hasta Goldman Sachs y Morgan Stanley, está advirtiendo de la posibilidad de que el país caiga en una trampa en la que la expansión fiscal socave el impacto del intento del banco central de endurecer la política monetaria con mayores tasas de interés.

El banco central de Brasil es uno de los pocos del mundo que está subiendo los costos de endeudamiento. Este mes, el gobernador Roberto Campos Neto subió las tasas un punto porcentual hasta el 12,25% y el Consejo Monetario —en una decisión unánime— señaló dos alzas adicionales similares para marzo, en un mensaje que sorprendió incluso a los con previsiones más restrictivas.

Sin embargo, los operadores siguieron vendiendo los activos brasileños, exigiendo medidas concretas por parte del gobierno para hacer frente al aspecto fiscal. El real amplió las pérdidas en lo que va de año hasta el 23%, mientras que los rendimientos de los bonos del gobierno local subieron a los niveles más altos desde que la expresidenta Dilma Rousseff fue destituida en 2016. 

Traducción editada por Paulina Steffens.

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