domingo, 29 diciembre, 2024
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Ucrania frena los ataques con misiles a Rusia, mientras Trump se prepara para asumir el cargo

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Los misiles de largo alcance proporcionados por Estados Unidos y el Reino Unido se utilizaron para atacar dentro del territorio ruso, a pesar de la preocupación de que su uso pudiera intensificar el conflicto. Los arsenales de Kiev se están agotando.

Hace más de un mes, con gran algarabía, Ucrania obtuvo permiso para disparar misiles occidentales de largo alcance contra objetivos militares rusos. Sin embargo, tras disparar inicialmente una ráfaga de ellos, Ucrania ya ha reducido su uso.

Kiev se está quedando sin misiles. También podría estar quedándose sin tiempo: el presidente electo Donald Trump ha dicho públicamente que permitir la entrada de misiles de largo alcance de fabricación estadounidense a Rusia fue un gran error.

Hasta el momento los misiles han tenido cierta eficacia, pero no han cambiado la trayectoria de la guerra, según dijeron altos funcionarios de la OTAN.

La guerra tampoco se ha intensificado, como algunos temían. Aunque Rusia lanzó un nuevo y potente misil balístico hipersónico de alcance intermedio contra una instalación armamentística ucraniana tras las dos primeras descargas de misiles occidentales de largo alcance, desde entonces ha respondido a ellas con su habitual mezcla de drones, misiles y amenazas.

Dos funcionarios estadounidenses dijeron que creían que Rusia estaba tratando de evitar una escalada de las operaciones militares en Ucrania, especialmente con la elección de Trump, un crítico constante de la guerra, y dados los recientes éxitos de Rusia en el campo de batalla. Hablaron bajo condición de anonimato dadas las sensibilidades políticas.

El almirante Rob Bauer, el oficial militar de mayor rango en la OTAN, declaró recientemente que los ataques con el sistema de misiles balísticos tácticos de largo alcance del Ejército, conocido como ATACMS, habían «afectado gravemente a varias» fábricas de armas y depósitos de municiones en Rusia. Señaló que esto había obligado a Rusia a trasladar muchas instalaciones logísticas más lejos del frente.

«No les gusta que los ATACMS entren en su propio país, por el aire; no les gusta porque son eficaces», dijo el almirante Bauer en una entrevista a principios de diciembre.

«Eso limita su capacidad de luchar eficazmente en el frente, y eso es lo que uno quiere», añadió. «La cuestión es, entonces: ¿Es suficiente para ganar?».

En cierto modo, lo que ha ocurrido con los ATACMS –que se pronuncia «ataquems»– es la historia de lo que ha ocurrido con otro armamento occidental en la guerra. Ucrania presionó durante meses e incluso años para conseguir armas occidentales: lanzacohetes HIMARS, tanques Abrams y cazas F-16.

Pero para cuando Occidente concedió el acceso a estas armas, Ucrania había perdido más terreno. Y ningún arma ha resultado ser una solución definitiva. Los funcionarios occidentales también dicen que Ucrania ha dependido demasiado de la ayuda de Occidente y no ha hecho lo suficiente para reforzar su propio esfuerzo bélico, especialmente movilizando suficientes soldados.

Estados Unidos se resistió durante mucho tiempo a enviar ATACMS de largo alcance a Ucrania, con un alcance de 305 kilómetros, temiendo que su uso en lo profundo de una Rusia con armas nucleares intensificara la guerra.

En primavera, el presidente Biden cedió. Su gobierno envió a Ucrania hasta 500 misiles de las reservas del Pentágono, dijeron los funcionarios estadounidenses. Aunque Ucrania no podía utilizarlos en Rusia, los disparó contra objetivos en los territorios del este de Ucrania controlados por Rusia y en Crimea, que fue tomada por Rusia en 2014, apuntando a puestos de mando y control fortificados, zonas de almacenamiento de armas y algunos otros búnkeres.

Funcionarios estadounidenses y de la OTAN dijeron que esos ataques habían sido eficaces, pero agregaron que sentían que Ucrania podría haber sido más juiciosa en el número de misiles utilizados, y más selectiva con los objetivos.

Los funcionarios estadounidenses dijeron que Biden había justificado la concesión del permiso el 17 de noviembre para utilizar los misiles en Rusia porque Moscú había metido a soldados norcoreanos en la guerra.

Sin embargo, había limitaciones. Los funcionarios estadounidenses dijeron que, en un principio, las armas se utilizarían principalmente contra soldados rusos y norcoreanos en la región de Kursk, en el oeste de Rusia, donde Ucrania intentaba conservar territorio tras una ofensiva ucraniana sorpresa en agosto.

En ese momento, a Ucrania solo le quedaban «decenas de misiles», tal vez unos 50, dijeron los dos funcionarios estadounidenses. Agregaron que no había ninguna posibilidad de conseguir más. Los limitados suministros estadounidenses ya habían sido asignados para su despliegue en Medio Oriente y Asia. Funcionarios del Reino Unido, que permitió a Ucrania utilizar sus misiles Storm Shadow de largo alcance dentro de Rusia tras la decisión de Biden, también dijeron recientemente que no tenían muchos más para dar.

Es poco probable que Trump tome medidas para llenar el vacío. Recientemente declaró a la revista Time que estaba «muy vehementemente» en desacuerdo con que Ucrania usara ATACMS en territorio ruso y calificó de «insensata» la decisión de Biden de proporcionarlos. Al día siguiente, el Kremlin dijo que la postura de Trump «se alineaba plenamente» con Moscú.

Desde que Estados Unidos y el Reino Unido concedieron el permiso, Ucrania ha lanzado al menos seis ataques con misiles, utilizando al menos 31 ATACMS y 14 Storm Shadows, según el Ministerio de Defensa ruso y blogueros militares rusos. El ejército ucraniano no hace comentarios respecto al uso de los misiles, pero ni Estados Unidos ni Ucrania han cuestionado esos informes.

El ataque más dañino parece haber sido el de Storm Shadows lanzados el 20 de noviembre contra un búnker de mando ruso cerca de Márino, Kursk, dijeron funcionarios y analistas.

El 21 de noviembre Rusia lanzó su nuevo misil balístico hipersónico, el Oreshnik, o «avellano», contra una instalación militar en la ciudad ucraniana de Dnipró. Eso fue visto como una advertencia de que Rusia podría alcanzar cualquier parte de Europa con el nuevo misil, un mensaje para Europa y Estados Unidos sobre las posibles consecuencias.

Seis días después, el general ruso que fue el responsable principal de la invasión de Ucrania llamó al principal asesor militar de Biden para hablar de su preocupación por la escalada, insistiendo en que su prueba de misiles estaba planeada desde hacía mucho tiempo.

Tras esa llamada del 27 de noviembre, Ucrania no disparó ATACMS ni Storm Shadows durante dos semanas. Rusia también lanzó pocos ataques con misiles o drones contra Ucrania, aunque el presidente ruso, Vladimir Putin, amenazó con lanzar el Оreshnik contra el centro de Kiev si Ucrania no dejaba de utilizar ATACMS en Rusia.

A pesar de sus amenazas públicas, Putin intenta reaccionar con cautela a las operaciones ucranianas, dijeron los funcionarios estadounidenses. Creen que lo más probable es que Moscú no responda a los ataques con ATACMS de un modo que pudiera llegar a involucrar más a Washington en el combate o a poner al nuevo gobierno en una posición incómoda al entrar en funciones.

Moscú podría intensificar las operaciones cibernéticas o de sabotaje en Europa, pero es poco probable que ataque intereses estadounidenses directamente, dijeron los funcionarios.

Algunos analistas dijeron que Ucrania había disminuido el uso de sus misiles porque en un principio había tenido como objetivo instalaciones rusas que hacía tiempo que quería atacar. Ahora, con los pocos misiles que le quedan, Ucrania está actuando con mayor cautela.

«Decidimos esperar y encontrar una capacidad de alto valor, y eso es natural», dijo Mykola Bielieskov, analista militar del Instituto Nacional de Estudios Estratégicos de Ucrania, un organismo dirigido por el gobierno. «No esperen resultados rápidos, porque necesitamos preservar esta capacidad y gastarla con criterio y mucha prudencia».

El 11 de diciembre, el Ministerio de Defensa ruso dijo que Ucrania había atacado con seis ATACMS un aeródromo militar en la ciudad meridional rusa de Taganrog, un puerto en el mar de Azov, y prometió represalias contra Ucrania.

Estados Unidos lanzó entonces una rara advertencia: que Rusia podría estar preparándose para disparar un Оreshnik. En lugar de eso, Rusia tomó represalias con un ataque aéreo a gran escala, disparando 93 misiles y casi 200 drones contra el sector energético de Ucrania.

El 18 de diciembre, Ucrania disparó seis de los misiles y cuatro Storm Shadows contra una de las mayores instalaciones de la industria química del país, en la región rusa de Rostov, según el Ministerio de Defensa ruso.

Dos días después, Rusia disparó una andanada de misiles contra Kiev; las autoridades rusas afirmaron que era en represalia por los ataques con misiles occidentales.

Anton Troianovski colaboró con la reportería.

Kim Barker es una reportera del Times que escribe reportajes en profundidad sobre temas nacionales. Más de Kim Barker

Lara Jakes, radicada en Roma, informa sobre los esfuerzos diplomáticos y militares de Occidente para apoyar a Ucrania en su guerra contra Rusia. Ha sido periodista durante casi 30 años. Más de Lara Jakes

Eric Schmitt es corresponsal de seguridad nacional para el Times y se centra en asuntos militares estadounidenses y antiterrorismo en el extranjero, temas sobre los que ha informado durante más de tres décadas. Más de Eric Schmitt

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Julian E. Barnes cubre las agencias de inteligencia estadounidenses y asuntos de seguridad internacional para el Times. Ha escrito sobre temas de seguridad durante más de dos décadas. Más de Julian E. Barnes

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