El fútbol no descansa. Su hegemonía como entretenimiento nos ha llevado a un punto en el cual prendemos cualquier dispositivo y siempre está ahí presente. Fútbol de clubes o de selecciones. Fútbol de ligas o de competencias intercontinentales. En el mismo fin de semana que dos equipos europeos concluyen su temporada 24/25 con la final del Mundial de Clubes, en Sudamérica se sigue jugando el Brasileirao, arranca el torneo argentino y se comienzan a definir las fases finales de las competiciones Conmebol con la Copa Sudamericana. El fútbol es una máquina a todo vapor que nunca para. Los que terminan parando son los futbolistas lesionados.
Rodri, mediocampista del Manchester City, unos días antes de romperse el ligamento cruzado anterior, advirtió: “Estamos cerca de tener que ir al paro. Nosotros somos los personajes principales de este deporte o negocio y no todo es dinero ni marketing, también es la calidad del espectáculo. Cuando no estoy cansado, juego mejor”. En la práctica, luego de la lesión, no volvió a jugar en la temporada.
Así como Rodri, Bellingham confesó estar “mental y físicamente agotado”. Bernardo Silva, tras jugar 120 minutos con Portugal y volver a hacerlo a los tres días en la Premier, fue más directo: “Esto es inhumano”. Thibaut Courtois propuso copiar el calendario NBA, con dos meses garantizados de descanso. Pero en el fútbol global, descansar es casi un acto revolucionario.
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El reporte 2023/24 del sindicato mundial de futbolistas (Fifpro Player Workload Monitoring Report 2023/2024) es impactante. En las ligas top, el 54% de los futbolistas sufrió cargas de trabajo excesivas y el 30% encadenó más de seis partidos consecutivos sin un día de descanso. Los sudamericanos se llevaron la peor parte.Por ejemplo, Julián Álvarez, Dibu Martínez o Lautaro Martínez, además de jugar torneos locales y copas continentales, debieron viajar alrededor de 150.000 km para disputar partidos con la selección argentina. Cristian Romero viajó más de 160.000 km en 25 viajes internacionales.
La ciencia ya advirtió sobre este tema y el paper de Colin Fuller en 2018 desmenuza un concepto relevante sobre el riesgo a lesionarse, porque el verdadero problema no es solo cuántas lesiones sufre un futbolista, sino cuánto duran y que impacto tienen. Rodri se lesionó una vez en la temporada 24/25 y se la perdió por completo. Por eso, en lugar de contar número de lesionados, se impuso el concepto de “carga lesional” (injury burden). Este dato es clave en el análisis, porque permite mensurar un aspecto que relaciona la frecuencia (cantidad de veces) con la gravedad (cantidad de días perdidos). Se expresa técnicamente como el cociente días perdidos/1000 horas-jugador.
Como algunas lesiones (como la ruptura de LCA) a cierta edad son demoledoras, para los futbolistas ya no se trata de cuidar sus piernas, sino de cuidar sus carreras. Raphaël Varane, Tony Kross y Robert Lewandowski son algunos ejemplos: se retiraron tempranamente de sus selecciones por agotamiento o priorizar su cuidado.
A diferencia de lo que pasaba en el siglo pasado, en el que el entorno no tenía tanta atención y conocimiento para cuidarte, hoy los futbolistas están bien “cuidados” para ser explotados, por la competencia. Llegará un momento en que se impongan las regulaciones laborales. Si un obrero por ley no puede hacer más de ciertas horas semanales de trabajo, ¿por qué un futbolista puede jugar setenta partidos en nueve meses o jugar a los tres días de haber jugado un partido de 120 minutos?
Es cierto que cualquier límite que se ponga siempre va a ser subjetivo y discutible, por qué tanto no y esto sí. Lo que está claro es que los calendarios del fútbol están hipercongestionados y esa es una decisión estructural. El problema no es la cantidad de partidos, sino que los mismos jugadores los jueguen.
El mundo del fútbol está exprimiendo la naranja al máximo. Buscar el equilibrio para cuidar a los protagonistas es clave, de lo contrario tendremos que habituarnos, como con Rodri, a ver futbolistas lesionados recibiendo el balón de oro.