La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) actualizó al alza sus previsiones de crecimiento para la región en 2025. La Argentina se ubica entre los tres países que más crecerán, con una estimación del 5%, junto a Guyana y Panamá.
Pese al leve repunte, el organismo advierte que América Latina continuará atrapada en un ciclo de bajo crecimiento hasta al menos 2026.
Una mejora con sabor a poco
La nueva estimación de la Cepal indica que el Producto Interno Bruto (PIB) regional crecerá un 2,2% en 2025, una mejora de 0,2 puntos porcentuales respecto a la previsión de abril. Si bien la noticia parece alentadora, el informe advierte que la región aún transita un “periodo de bajo crecimiento” estructural, marcado por fragilidades internas y un contexto externo desafiante.
En este marco, Argentina sorprende al ubicarse como una de las tres economías de mayor expansión proyectada para 2025, con un 5% de crecimiento estimado, junto a Guyana (10,3%) y Panamá (4,2%).
La recuperación argentina contrasta con la contracción de 2024 y se enmarca en un rebote técnico, aunque el organismo no desliga su previsión de las políticas de ajuste implementadas recientemente.
América del Sur toma la delantera
Según el Estudio Económico de América Latina y el Caribe 2025, las economías sudamericanas crecerían en promedio un 2,7%, siendo la única subregión que mostraría una mejora respecto al año anterior (2,4%). Argentina y Ecuador son las locomotoras del repunte, tras un 2024 signado por recesión y alta inflación.
En contraste, Centroamérica y México enfrentarán un 2025 más adverso, con un crecimiento previsto del 1%, bastante por debajo del 1,8% registrado en 2024. La Cepal destaca que el debilitamiento de la demanda externa, especialmente de Estados Unidos, afectará a toda la subregión. México, por caso, crecería apenas un 0,3%.
El Caribe presenta una imagen dual: si se incluye a Guyana, el crecimiento llegaría al 4,1%. Sin embargo, excluyendo al país petrolero, el promedio cae al 1,8%. El turismo y los desastres naturales seguirán condicionando la dinámica económica de los países caribeños.
Trump y el nuevo orden económico
La Cepal también advierte sobre un recrudecimiento de los riesgos externos que podrían impactar en la región. La reelección de Donald Trump en Estados Unidos y su regreso a una política comercial agresiva ya tiene consecuencias concretas: Brasil, por ejemplo, enfrentará un arancel del 50% sobre sus exportaciones a EEUU a partir del 7 de agosto. Esta decisión, enmarcada en una nueva etapa de proteccionismo, podría extenderse a otros países y productos clave para América Latina.
El organismo de la ONU proyecta que el PIB mundial pasará del 3,3% en 2024 al 2,8% en 2025, y se mantendrá moderado en 2026 (3%). Estados Unidos, Europa y China crecerán menos, y los países emergentes podrían verse afectados por una mayor selectividad financiera y una eventual caída de los flujos de capital.
El freno del consumo privado
Uno de los principales factores que explican el débil crecimiento regional es la desaceleración del consumo privado. La Cepal estima que su aporte al PIB caerá del 2% en 2024 al 1,6% en 2025 y al 1,4% en 2026. La combinación de alta informalidad, baja inversión y persistentes desigualdades estructurales sigue pesando sobre la capacidad de expansión sostenida.
Los países que más y menos crecerán
Además de Argentina, Panamá y Guyana, otros países que mostrarán buen dinamismo económico en 2025 son Paraguay y San Vicente y las Granadinas, con un 4% estimado. En el otro extremo, Haití (-2,3%) y Cuba (-1,5%) sufrirán contracciones, mientras que Bolivia y Ecuador crecerán apenas 1,5%.
El caso argentino es, sin dudas, uno de los más llamativos. Tras una fuerte recesión en 2024, la economía daría un giro positivo este año. Resta ver si ese crecimiento se sostiene en el tiempo o si responde a un rebote estadístico tras el ajuste.
La mejora en las proyecciones regionales no alcanza para revertir el diagnóstico general: América Latina sigue atrapada en un ciclo de crecimiento moderado, con grandes desafíos internos y una creciente presión desde el escenario global. El rebote de Argentina es una señal positiva, pero no exenta de incertidumbre.