Por primera vez desde abril de 2021 hay más desocupados que búsquedas laborales. Los futuros de Chicago dan por sentada ya la baja de tasas de un cuarto de punto (25 puntos base) en la reunión del 17. ¿Se podrá estirar acaso a medio punto? Los tres problemas de la Fed.
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Trump 2.0 lo hizo. Por primera vez desde abril de 2021 hay más desocupados que búsquedas laborales.
EEUU sumó 22 mil empleos netos en agosto, muy lejos de los 75 mil que se esperaban. Y más todavía de los 168 mil, promedio por mes, de 2024. El presidente Trump consiguió lo que parecía imposible. Logró que cruja y se detenga una máquina formidable de crear puestos de trabajo, la misma que resistió toda la suba de tasas de 2022 y 2023 (550 puntos base contados desde cero) sin perturbarse. Su fortaleza, entonces, evitó la recesión que presagiaban todos los pronósticos. En cambio, Trump 2.0 lo hizo. Por su cuenta, suba de aranceles y deportaciones mediante. Por primera vez desde abril de 2021 hay más desocupados que búsquedas laborales. La Fed, antes reticente, deberá tomar cartas en el asunto. Los futuros de Chicago dan por sentada ya la baja de tasas de un cuarto de punto (25 puntos base) en la reunión del 17. ¿Se podrá estirar acaso a medio punto? Es poco probable (8%). En septiembre del año pasado, Jerome Powell, el titular de la Fed, no lo dudó. Este martes, la revisión anual de empleos -que cubre el período de abril 2024 a marzo 2025- tendría que mochar una cifra superior al medio millón para convencerlo de repetir la sorpresiva jugada.
El mercado de trabajo sufrió un frenazo brusco. En agosto, el informe laboral detectó 22 mil empleos netos nuevos, pero se le escabulleron 21 mil de los contabilizados en junio y julio. En junio, hubo una caída (-13 mil), la primera desde la pandemia en 2020. Si se excluye un solo sector -Salud, que por segundo mes consecutivo aporta más de 120% del total de nuevas contrataciones- el sector privado continúa en modo destrucción neta. En Jackson Hole, Powell habló de un “equilibrio curioso” en el que caen a la par la oferta y la demanda laboral, y se preserva la tasa de desempleo. Pero esta volvió a subir en agosto -a 4,3%, dos décimas por encima de junio- y la demanda de trabajo no cayó, sino que se incrementó. Es más: la gente que no está en la fuerza laboral, pero igual quiere trabajar, aumentó en 179 mil personas. Si se los computase, la tasa de desocupación habría trepado de 7,6% a 7,8%. Y una medida más amplia -la llamada tasa U6 de desempleo- que surge de sumar también a quienes realizan tareas a tiempo parcial porque no encuentran conchabo a tiempo completo, se elevó de 7,9% a 8,1%. El mensaje es contundente. Houston, tenemos un problema.
La queja empresaria y los problemas que acechan a la Fed
En las encuestas de actividad empresaria la queja es repetida. Sobre todo, en la industria manufacturera, la que el presidente paradójicamente más quiere alentar. Revisemos el informe ISM: “Demasiada incertidumbre para nosotros y nuestros clientes en materia de aranceles y economía de EEUU y del mundo”. “´Made in the USA` se ha hecho más difícil por los aranceles en muchos componentes… Sin estabilidad en el comercio y la economía, las contrataciones y el gasto de capital están congelados”. Tomamos otra fuente, el informe PMI de S&P Global: “El optimismo empresario cayó a uno de los niveles más bajos de los últimos tres años en el medio de preocupaciones crecientes acerca de la incertidumbre y la caída de la demanda causada por la política del gobierno federal, en especial, por los aranceles y la suba asociada en las presiones de precios”. Y que conste, este informe estima que la economía, a diferencia del mercado laboral, no se paralizó. No, todavía. Su lectura es consistente con un sólido crecimiento de 2,4% en el tercer trimestre. Esa pujanza rescatan los balances (y los anticipos de los ejecutivos) que Wall Street examinó con suma dedicación. Es la razón que explica que la Bolsa se inquiete con las noticias, pero las cotizaciones se aferren a las alturas. La economía no se estropeó, la bonanza de la inteligencia artificial persiste, y la Fed vendrá pronto en ayuda.
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Los futuros de Chicago dieron por hecho la baja de tasas cortas el próximo 17.
Reuters
Los problemas que acechan a la Fed son dos. La inflación y el mercado de trabajo. Y los dos operan en alza. Pero el balance de riesgos cambió deprisa. Y los halcones de la institución tomaron nota. “La política monetaria es marginalmente restrictiva. Pienso que la estabilidad de precios es la principal preocupación, pero el mercado laboral se está enfriando lo suficiente como para que alguna relajación de política -probablemente en el orden de un cuarto de punto- sea apropiada en lo que resta del año”, apuntó Raphael Bostic, de la Fed de Atlanta. El muy influyente John Williams, de la Fed de Nueva York, y uno de los más duros, Alberto Musalem, de la Fed de St Louis, ambos con voz y voto el 17, coincidieron en su viraje. Relativizaron el impacto de los aranceles sobre la inflación y acentuaron el peligro de que la anemia del mercado laboral se deteriore con rapidez. Ese fue el planteo de los gobernadores Chris Waller y Michelle Bowman cuando votaron a favor de una baja de tasas, en disidencia, en julio. La data reciente lo apuntala. El jefe máximo, Jay Powell, guarda silencio. Pero, aun así, lo que era desavenencia en julio, promete ser sentencia firme en la próxima reunión del 17. Y no sorprendería que fuera una decisión unánime.
Bonos y una espada de Damocles
La Fed lidia con un tercer problema, y no es menor: su propia independencia. Así como la mujer del César no solo tiene que ser honesta sino parecerlo, la política monetaria debe además conservar su credibilidad. De ahí que la reacción más importante tras el informe de empleo haya sido la de la curva de bonos del Tesoro. ¿Qué pasaría si la Fed baja las tasas y las tasas largas no se convencen de las razones y no acompañan? ¿Y si trepan a contramano? ¿Cuán estimulante para la sequía laboral sería una reducción así? ¿Cuánto podría insistirse con otros recortes sucesivos? La dominancia fiscal pende como una espada de Damocles sobre la cabeza de la Fed. Y no solo es por Trump. Por lo visto con la suba generalizada de las tasas a 30 años, cuelga sobre la banca central de todas las economías avanzadas, salvo Suiza. Y no es un desafío teórico. El año pasado, comenzando cuando todavía Kamala Harris peleaba la carrera electoral, la Fed podó su tasa 100 puntos base y las tasas a 10 años escalaron 120.
Ese examen de independencia se rindió el viernes. Los futuros de Chicago dieron por hecho la baja de tasas cortas el próximo 17. La curva de bonos no se retobó. Y cayó pareja en todos sus plazos, manteniendo los spreads. O sea, no incrementó tampoco la prima temporal (que marchaba en ascenso). Existe algo más de medio punto de luz entre la tasa de 10 años y la de 2 lo que da una idea de los grados de libertad que tiene la Fed para decidir y parecer honesta, y así ser eficaz, a pesar del hostigamiento incesante de la Casa Blanca.