En solo tres días, el Banco Central vendió de U$S 1.100 millones de reservas, para mantener pisado el precio del dólar. El saqueo se profundiza y acelera al calor de la presión devaluatoria que imprime a diario el capital financiero. Los pactos con el FMI no se aguantan más.
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Esta misma semana, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof dijo a un periodista de Clarín que romper con el Fondo Monetario Internacional sería infantil. Habló de renegociar como si fuera una salida posible para los problemas del pueblo… igual que se prometió durante la gestión de Martín Guzmán y Alberto Fernández.
Pero son los pactos de sometimiento económico, al que nos ataron los sucesivos gobiernos, los que nos trajeron a una situación cada día más insostenible. Si el gobierno de Javier Milei tendrá o no un nuevo favor financiero del gobierno de Donald Trump es una incógnita total. Mientras tanto, los salarios e ingresos de las mayorías se ven amenazados por la presión devaluatoria; al igual que los presupuestos públicos que con tanto esfuerzo hemos lograron defender por la fuerza de las resistencias desplegadas en las calles.
Esa misma fuerza social que hoy avanza ante la crisis de poder del Gobierno, arrancando triunfos parciales dentro del Congreso Nacional, puede ser la punta de lanza que también nos permita imponernos ante todo el plan de los acreedores imperialistas. Un desconocimiento soberano de los pactos con el FMI, no solo no es infantil, sino que es una medida de autodefensa nacional totalmente legítima y necesaria.
La respuesta de Axel Kicillof, ante la crisis económica y social, es que “el Gobierno tiene que cambiar y Milei mismo lo puede hacer”, según dijo en Clarín. Pero este Gobierno acelera en las curvas y, ante la crisis, profundiza el saqueo y el hundimiento de la economía. Infantil es opinar que Milei puede hacer otra cosa distinta al desastre que encara. Desconocer los pactos de ajuste y las políticas económicas diseñadas por FMI, es ejercer la soberanía nacional sobre los destinos del pueblo trabajador y las mayorías populares.
En un acto de fé, incoherente con los discursos reales de los representantes políticos del peronismo, hay comunicadores de la progresía que afirman que Kicillof estaría dispuesto a enfrentar al Fondo (y hasta romper). No es lo que él dice. Tampoco es lo que el peronismo hace. Enfrentar al FMI hoy, es enfrentar las políticas de ajuste y saqueo del gobierno títere de Javier Milei y Luis Caputo. Por el contrario, los líderes sindicales de la poderosa CGT, acomodan sus fichas para un recambio de gobierno en 2027, mientras dejan a los trabajadores y a las distintas resistencias, peleando por su cuenta. No hay movilización donde no se escuche la exigencia de paro nacional: golpear todos juntos es una necesidad, la unidad de los trabajadores y trabajadoras no puede ser solo un hermoso canto.
La Izquierda -con Del Caño, Bregman, Castillo, Vilca– es la única que plantea que es posible romper con el sometimiento y propone un freno de mano, una salida de emergencia en favor del pueblo. Las fuerzas están, se expresan a diario. La Izquierda es parte y apuesta a desarrollar estas resistencias por abajo, en la perspectiva arrancar una huelga general política que derribe todos los planes de Milei y el FMI.
Y lo peor está por venir. Sin desconocer toda la deuda y tomar medidas de fondo como la nacionalización del sistema bancario, la crisis la pagará la mayoría trabajadora.
Milei no va más. https://t.co/99ZWcBkicl— Nicolas del Caño (@NicolasdelCano) September 19, 2025
El desconocimiento soberano de la deuda es el primer paso. El escenario devaluatorio ya está instalado y no será inocuo para las mayorías. La lucha organizada del pueblo puede ponerle un freno al saqueo; a la vez que arrancar un aumento de emergencia para salarios y jubilaciones.
Lo siguiente es nacionalizar el sistema bancario para anticiparse al robo de los recursos financieros, a la fuga de capitales y al vaciamiento de los ahorros del pueblo trabajador. La nacionalización del comercio exterior es otra medida necesaria que bloquearía a la oligarquía del agropower y los empresarios adictos a las exportaciones.
Ante la crisis que amenaza con ser aún más despiadada, es urgente dar vuelta las prioridades de la economía: y poner las necesidades de la mayorías en el centro. La Izquierda es la única que está decidida a pelear por esta perspectiva. Y para encarar este combate, propone crear un partido de trabajadores y trabajadoras, una organización política totalmente independiente del poder económico, desde donde debatir e impulsar la mejor salida para el mejor futuro posible.