David Trueba ha sabido construir una buena película a partir de un período de la vida de un hombre triste que hizo reír a todo un país cuando había pocas razones para ello. El guion, que firma junto a Albert Espinoza, basándose en fuentes literarias biográficas y novelísticas, arranca cuando Eugenio se cruza con la que sería su pareja amorosa y artística en lo musical: Conchita. Estamos en Barcelona, a finales de los 60, asistiendo a cómo un joyero deja la profesión para dedicarse a acompañar en el escenario a su amada, aunque tenga que ponerse a aprender a tocar la guitarra y hacer segundas voces. El actor que lo encarna es el camaleónico David Verdaguer, y su trabajo es tan notable que pronto dejamos de ver al intérprete para no dejar de ver al personaje. Y Carolina Yuste, en el papel de Conchita, está también excelente, como acostumbra. Han sabido comunicar con el espectador, incluso emocionar.
Una vez conformado el dúo musical, que llegó a ser preseleccionado para Eurovisión, hay un incidente que obliga a Eugenio a sentarse solo en el escenario y entretener al público con sus chistes, porque hay que llevar dinero a casa y su media naranja debe cuidar de la madre, enferma, lejos, en el sur; así nace el humorista que todos conocemos. Gracias a una estupenda ambientación de la época, el director de ‘La buena vida’, ‘Soldados de Salamina’ o ‘Vivir es fácil con los ojos cerrados’ nos introduce en el mundo de esta pareja y consigue atraparnos gracias a un relato que está construido como la vida, con pasajes de breve felicidad y de gran tristeza, entremezclando drama y comedia, realizando un retrato de lo más realista de los tiempos que vivieron juntos los protagonistas.
Ya hubo, antes que esta producción, un documental que mostraba la vida de Eugenio, bien documentada, con sus luces y sombras. Sin embargo, aquí en esta cinta se omite la decadencia del personaje, pues el relato finaliza justo cuando va a comenzar la depresión y caída del hombre que no es capaz de vivir sin el amor de su vida. H