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Cristóbal Balenciaga: una serie lenta que carece de la espectacularidad de los vestidos del diseñador

Con una estética de alta costura en las gráficas (cada episodio se presenta a través de un etiqueta de la ropa) y el protagonismo de Alberto San Juan, se estrenó en Star + la serie Cristóbal Balenciaga que intenta reflejar la historia del gran diseñador español en su paso por París y su esfuerzo por hacerse un lugar en la capital de la moda. El relato viene del propio protagonista como evocación durante una entrevista que finalmente concede luego de mucha insistencia cuando ya estaba retirado. Es que siempre mantuvo un perfil bajísimo como persona, incluso no salía a saludar al finalizar los desfiles en su maison. Eran años difíciles en su país, gobernado por Franco, y él se fue para progresar más que por un tema político. Luego le tocó la ocupación alemana en Francia, y algo que muestra constantemente la serie es que él era apolítico, que sólo le interesaba su arte y vendérselo a quien pudiera pagarlo. 

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Si bien su vida no fue simple y estuvo dedicada la perfección en la confección de prendas impecables, Balenciaga se destacó siempre por ser un innovador que tomó vuelo y, en privado, ser una persona tranquila, reservada, casi hermética, algo que se recupera en esta serie producida por los expertos Lourdes Iglesias, Aitor Arregi, Jon Garaño y Jose Mari Goenaga. Desde ya que la realización y la reconstrucción de época son magníficas, en particular la reproducción de algunos de sus trajes. También la elección del elenco, especialmente para recrear a íconos como Cocó Chanel y Christian Dior, con quienes Cristóbal mantiene unos diálogos maravillosos en los que se refleja tanto la rivalidad comercial como la admiración mutua. San Juan está perfecto, medido, más gestual que coloquial, el perfecto intérprete para este enigmático diseñador.

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Lamentablemente la serie tiene la misma personalidad que su protagonista: es apática, bastante lenta en el desarrollo y no toma partido por nada, como nos muestran que fue el diseñador. Sólo se ve emoción en él cuando se quiebra por una muerte muy cercana. Ahí vemos al Alberto San Juan que más conocemos, visceral, imrpresionante. 

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Pero en el balance general es que, pudiendo ser una serie brillante, está bien, se deja ver, pero cuesta mantener la atención. Una pena, porque podría haber sido un gran homenaje. Hecha esta salvedad, es buena para conocer una parte de la historia de una personalidad fundamental de la moda mundial. 

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