Opinión
Ya son más de 20 los futbolistas lesionados en lo que va del año de una de las afecciones más temidas por los jugadores.
Este fin de semana, las roturas de los ligamentos cruzados parecen haberle dado una tregua a los planteles del fútbol argentino. Aunque todavía queda por saber la situación de Agustín Bravo, el juvenil de Rosario Central que salió ante River resentido en su rodilla derecha, el saldo parece ser mucho más positivo que el de la semana pasada cuando Lucas Blondel (Boca) Ulises Sánchez y Lucas Passerini (Belgrano) y Gastón Togni (Defensa y Justicia) quedaron fuera de competencia en lo que resta del año. Veinte lesiones de rodilla en apenas dos meses de actividad oficial y en un mismo país, es un record que supera en conjunto, a las cinco ligas europeas más importantes
Sin embargo, de eso no se habla. El doctor Jorge Batista, médico de Boca y acaso la mayor eminencia sobre el tema que hay en nuestro fútbol, hizo un posteo en sus redes sociales y nadie más habló, Los jugadores, víctimas principales de los calendarios atestados de partidos y viajes, y los técnicos se llamaron a prudente silencio. Y sólo lo hicieron médicos que no están ligados a la actividad. Quienes si lo están, prefieron reservar su identidad para no quedar expuestos. El doctor Batista lo dejó en claro: «No hay programas de prevención que se puedan instaurar porque las variables a corregir son muchisímas y tocan intereses económicos en muchos casos. Una pena!!«, señaló el profesional boquense.
Los jugadores han quedado atrapados por una feroz competencia de las asociaciones nacionales y continentales por producir y vender horas y horas de fútbol a las principales cadenas de televisión. Sin ir más lejos, en la Argentina coinciden la Copa de la Liga, la Copa Argentina, la Libertadores y la Sudamericana. Y todas salen por señales diferentes que se programan para que la pelota ruede a toda hora los siete días de la semana.
En medio de toda esa exigencia que lleva a jugar tres veces por semana en cualquier cancha del país o de Sudamérica, los técnicos y preparadores físicos demandan cada vez más. La competencia interna de los planteles y las métricas de los GPS han transformado la calidad y sobre todo, la intensidad de los prácticas. Si quieren jugar, los futbolistas deben cumplir sin concesiones con los objetivos que les fijan los programas de entrenamiento. Caso contrario, no serán tenidos en cuenta o a la sumo, irán al banco. Entonces, llegan sobrecargados a los partidos. Deben reaccionar cada vez más rápido y hacer recorridos cada vez más extensos. Y a mayor velocidad. La zona de riesgo es muy grande y veinte de ellos ya la han cruzado en lo que va del año.
Tampoco nadie quiere debatir sobre el habitual mal estado de los campos de juego, ni mucho menos sobre el calzado inadecuado que usan los jugadores porque las empresas de indumentaria deportiva les pagan fortunas por ello. El negocio de la periferia del fútbol hace rato que se ha devorado al juego del fútbol. Y las rodillas enclenques de los jugadores son apenas, una expresión más de todo este fenómeno. Ni la primera ni la última, pero seguramente la peor.