miércoles, 23 abril, 2025
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Raymond Burke: La esperanza de una iglesia que rechace el wokismo ylaAgenda2030

Por Facundo Torres | El Papa Francisco murió ayer a los 88 años. En estos momentos, el proceso de Sede Vacante impera en el Vaticano mientras el Cardenal Camarlengo, Kevin Farrell, se prepara para afrontar los días que vendrán y que lo tendrán a cargo de la Santa Sede mientras se elige un nuevo Sumo Pontífice.

A tales efectos, el Colegio de Cardenales convocado por su Decano, Cardenal Giovanni Battista Re, deberá reunirse lo más pronto posible para celebrar la secretísima ceremonia de elección de un nuevo Papa: el cónclave.

Como era previsible, la prensa mundial especula con los posibles sucesores de San Pedro y denomina «papables» a un sinnúmero de cardenales que por algún u otro motivo contarían con posibilidades de convertirse en el próximo Vicario de Cristo. Tal es así, que una figura emerge desde las entrañas de la denominada «ala conservadora» de la Iglesia Católica, el prelado estadounidense Raymond Leo Burke.

Nacido en el Estado de Wisconsin el 30 de junio de 1948, Burke (76) se ha convertido en el referente natural de las posiciones más tradicionales de la Iglesia Católica tras largas contiendas públicas contra el Papa Francisco.

Precisamente, Burke le cuestiona al difunto Papa la influencia política woke en las posiciones dogmáticas de su pontificado a punto tal de llegar a presentar una serie de «dubias» (preguntas formales y explícitas) respecto de la exhortación apostólica Amoris Laetitia, en la que Francisco planteaba un cambio de paradigma respecto de la familia tradicional y el matrimonio, ambos históricos pilares de Occidente.

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La tradición de la Iglesia Católica recogida por el Símbolo Niceno-Constantinopolitano del año 381 y receptada milenios más tarde por el Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) determinan los aspectos fundantes de la institución: Una, Santa, Católica, Apostólica y Romana.

Este último, asociado de forma directa al Imperio Romano tanto de Occidente como de Oriente. Tras los sucesivos Cismas, la Iglesia Católica comenzó a reconocer determinados ritos, siendo el principal el rito Latino (u Occidental), profesado en el hemisferio homónimo. Por ello es dable afirmar que la Iglesia como institución ha moldeado la tradición de vida Occidental y su profundo marco de valores, constituyéndose en una suerte de heredera natural del Imperio Romano.

Ahora bien, si la institución encargada de velar por los valores que hicieron próspero a Occidente es encabezada por una persona que los cuestiona constantemente inclusive más allá de lo reflejado en las Santas Escrituras, ese marco de valores cruje y pierde fuerza frente a los avatares modernos del wokismo internacional y el fundamentalismo islámico muchas veces devenido en terrorismo, que no son sino formas evolucionadas de un único y tradicional mal mayor: el socialismo y la coartación de libertades.

Es por ello que una figura como el Cardenal Raymond Burke es la indicada para llevar a buen puerto la Nave de Pedro, Iglesia mandada a construir por el mismísimo Jesucristo cuando pronunció “[…]Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del reino de la muerte no prevalecerán contra ella” (Mt. 16:18).

Una idea central que refleja el pensamiento de Burke para la Iglesia es la llamada Hermenéutica de la Continuidad, que propone que las reformas de la Iglesia deben ser comprendidas en continuidad con la antigua tradición, y no contra ella.

Dicho concepto fue acuñado por el entonces Cardenal Joseph Ratzinger (luego Benedicto XVI), aunque no fuertemente ejercitado durante su pontificado pese a contar con fuertes aliados como el propio Burke o el Cardenal guineano Robert Sarah, cuya desventaja frente al estadounidense a la hora de mirar el papado no es otra sino la edad: Sarah tiene 79 años, factor que por pocos meses no lo dejó fuera del cónclave y su límite etario de 80; sin mencionar que en esos rangos etarios, tan solo unos pocos años pueden hacer la diferencia respecto de cuestiones físicas y de salud.

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Respecto de la liturgia, el Cardenal Burke aboga por la re-introducción de la Misa como fuese concebida milenios atrás: en latín. Hoy llamada “misa tridentina”, fue durante casi toda la historia de la Iglesia el modo corriente de celebrar la Eucaristía y se impartía en latín por dos particularidades:

  1. La lengua oficial de la Iglesia Católica como heredera del Imperio Romano es el latín.
  2. La idea del latin como lingua franca hermana a los pueblos del mundo puesto que supone la necesidad de que todos los católicos la conozcan, sin perjuicio de su nacionalidad o condición social.

Adicionalmente, Burke entiende que es necesaria la reintroducción del alto simbolismo tradicional pontificio, como bien puede ser la coronación papal o el uso de la sedia gestatoria en lugar del papamóvil dentro de la Ciudad del Vaticano.

Todos estos elementos, así como las tradicionales vestiduras papales y cardenalicias, han caído en desuso desde el Concilio Vaticano II, que lejos de reformar la Iglesia en continuidad con su tradición lo hizo en contra de ella.

En la matriz social condena el aborto, aboga por la familia tradicional, y abraza las ideas de la libertad individual en cuanto no contraríen el texto bíblico, asegurando un marco de sacralidad respecto de las enseñanzas tradicionales del catolicismo. Tanto así, que hasta ha llegado a coincidir con el Presidente Donald Trump en varios puntos de vista sociales e inclusive sobre la manipulación que la dictadura de China realizó sobre el COVID.

A fines de poder reescribir la historia de gloria de la Madre Iglesia, se necesita un Papa que sea firme a la hora de condenar el avance del Islam mediante la correctividad política; Burke no es la excepción, ya que ha criticado a quienes, con el buen propósito de ser tolerantes, tienden a pensar que el Islam es una religión como la fe católica o la fe judía, sin comprender que el Islam es fundamentalmente una forma de gobierno.

En su libro Esperanza para el Mundo, el prelado ha sostenido que “el Islam es una religión que, según su propia interpretación, también debe convertirse en el Estado. Cuando se convierten en una mayoría en cualquier país, entonces tienen la obligación religiosa de gobernar ese país”.

Estas son solo algunas de las visiones que el Cardenal Raymond Leo Burke augura para la Iglesia. Lo cierto es que será el Colegio de Cardenales el que -Dios mediante- se coloque a la altura de los desafíos que enfrenta la Cátedra Petrina o deje a merced de los vientos políticos de la globalización a los billones de católicos que habitamos la Tierra.

Que el Espíritu Santo anide en los corazones de aquellos encargados con la responsabilidad de guiar al rebaño de Cristo lejos de las fauces de la bestia.

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